XABIER OSARTE GARAYOA
Cartas a librepensadores
Para quines piensan que ningún ejército puede destruir la fuerza de una idea.
Naciste en Viena en 1902, en una familia acomodada, de origen judío. Tu infancia discurrió en plana Primera Guerra Mundial. A los 16 años decidiste, por aburrimiento, abandonar el colegio y estudiar por tu propia cuenta. Te inscribiste en la Universidad, como alumno libre. Asististe a cursos de historia, psicología, filosofía y literatura. En realidad sólo te interesaste por las matemáticas y la física.

Xabier Osarte Garayoa
ENCONTRAR LA RESPUESTA DENTRO DE SÍ MISMO
Los padres y educadores no podemos resignarnos a sentir el silencio de los hijos y de las hijas. Con frecuencia, no encontramos el momento para hablar con ellos. La carta, en estas ocasiones, puede ser una manera eficaz para entrar en contacto. A veces, necesitamos decirles que les queremos mucho, que nos preocupa su futuro o que les deseamos lo mejor. Necesitamos decirles que tienen que ser generosos y libres, agradecidos y humanos. Necesitamos decirles que tienen que aceptar la vida tal como se configura en cada momento, sin olvidar que es bella en sí misma.
Pienso que transmitir en una carta a los jóvenes todos estos deseos, ideas y sentimientos es una manera de no perder el contacto con ellos y alimentar una relación sana y equilibrada. La carta no elimina el contacto físico y verbal, sino que lo enriquece, lo contextualiza, lo hace más efectivo y racional. Siempre he pensado que Sófocles tenía razón cuando dijo que era noble cosa, aun para un anciano, el aprender. Estoy convencido de que los padres, los educadores y los hijos podemos aprender mucho del contacto que se transmite en una carta escrita sin afectación, desde el amor.
Creo que una carta nos ofrece a los padres y educadores una ocasión muy válida para transmitir unos sentimientos, para explicar, con palabras, el amor, las alegrías, las frustraciones, los proyectos, las opiniones y los deseos hacia los hijos, los alumnos o los amigos. En ocasiones, si manifestamos, de palabra, estos sentimientos, nos vemos superados por la emoción y los expresamos de forma confusa, inexacta o equivocada. Si lo hacemos por escrito, nos obligamos a reflexionar y poner en orden nuestra mente, sin que ello disminuya, en manera alguna, la espontaneidad y la naturalidad.
Carta incluida en el libro Cartas a librepensadores.
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